jueves, 4 de octubre de 2012

Mercados, espectros y tiburones



Igual que vivir hoy en una sociedad líquida no significa, en principio, que ésta nos vaya a liquidar, algo parecido ocurre con los mercados de colaterales y los daños del mismo nombre, con los mercados de derivados que no significan aparentemente mercados a la deriva, o con los mercados de futuros que no se refieren a los arcanos escrutinios de los horóscopos o el juego de la güija. El genial Nabokov escribió que el futuro no es más que una figura retórica, un espectro del pensamiento. Como en la economía, donde se distorsiona la realidad con los fantasmas del mañana y la especulación del lenguaje. Ya saben, esas distracciones que hablan de crecimientos negativos, reducir para crecer, contraer para expandir, recortar para mejorar, eliminar para gastar, pagar para dejar de recibir, ayudar al acreedor a costa del deudor, rescatar a la habitual unidad de rescate o cambio de paradigma por ciclos irregulares.
Sólo nos queda refugiarnos en los libros para entender tal galimatías. Puede que la verdad se esconda en unos versos escritos cuando España era imperio y era experta en asuntos de poder, dinero e influencia, eso que ahora se llama globalización. Descubran cuánto de sociedad líquida en crisis, cuánto de contrabando de falsos bebedores de té, reside en la vieja pieza gongorina del “ándeme yo caliente y ríase la gente. Traten otros del gobierno, del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequilla y pan tierno”. O pensando en los gélidos vientos que ahora nos vienen del norte, aquello de Quevedo de “pues al natural destierra, y hace propio al forastero, poderoso caballero es don Dinero”.
A este respecto, es útil recordar que el tiburón es uno de los seres vivos más singulares del planeta. Duerme con los ojos abiertos, con una parte del cerebro que reposa mientras la otra vigila. Sobrevive desde hace más de 450 millones de años, en los que ha desarrollado notables habilidades en ataque, velocidad, silencio y fortaleza de sus mandíbulas. Ya estaban ahí cuando los dinosaurios imponían su ley, aunque les sobrevivieron por su capacidad de adaptarse, moverse, nadar contracorriente en un estado permanente de transitoriedad, individualistas, sin dependencia de normas ajenas, sin vínculos sociales, sin responsabilidades ni afectos, en un tiempo presente sin futuro. Ahora gustan de ostentosos tatuajes y vehementes adminículos dorados, o de exclusivos trajes, que difícilmente ocultan su correosa piel. Según su condición escogen a sus piezas. Adquisiciones, privatizaciones, adjudicaciones, comisiones, diversiones fiscales, reestructuraciones, contrabando ideológico o expropiaciones, son algunos de sus éxitos más sonados.
Hablamos de una economía poseída por espectros y jerigonzas. El concurso ideal en una economía diseñada para bípedos expropiados de su propia voluntad de destino, donde los tiburones dominan y gozan del estado acuoso de la realidad. ¿La mejor solución? Una bastante antigua y extraordinariamente vigente, la de Macías Picavea en su obra Los males de España, “¿no es de las grandes crisis el vencer las grandes dificultades? ¿No saben? Pues, ¡a aprender! La necesidad aprieta y aguza el entendimiento. Todo es cuestión de buena voluntad en una y otra parte. Si la inmensa mayoría no sabe, habrá una inmensa mayoría que sepa”. Pues eso.


Autor: Algón Editores

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