Llega
la navidad, esos días en los que se reúnen las familias, se hacen regalos,
reina la alegría, se cantan villancicos, todo el mundo es bueno y cargado de
buenos deseos, comes para todo el año y la armonía fluye en el ambiente como el
oxígeno que respiramos. Pero, ¡alto!, ¿de qué estamos hablando? Rebobinemos. Esta navidad también son
días de crujir de dientes de los desesperados
que hace muchos meses no encuentran un empleo, en la que muchos reciben ese
mail fatídico en el que te informan que eres parte de un ERE, en el que uno deposita con pudor ese kilo de arroz en las
bolsas solidarias para los que no tienen nada
que comer o de rebuscar entre los millones de juguetes de tus hijos para
donar esos que nunca merecieron ni un segundo de su tiempo. Curioso progreso
sin responsables visibles más allá de la herencia recibida. Ha vuelto la caridad y ha desaparecido el
contrato social. Una broma de mal gusto.
Aunque
resulta sospechosa la extraordinaria analogía entre estar atentos por la prima de riesgo y hacer el primo, ahora
la atención se centra en conceptos inquietantes de los que extrañamente nos
hemos acostumbrado. Hablamos de “rescate”
con una naturalidad pasmosa y sin extraer ninguna conclusión decente. ¿Días de
fiesta? Da que pensar… Una nación que especula
con su RESCATE y mientras entretenidos
con españolizar territorios díscolos, la enfermiza separación de niños según su
sexo, la privatización vergonzante de la sanidad gracias a un cutre camuflaje con
el ahorro de costes y una justicia trágicamente censitaria. Antes se hablaba de
crisis fiscal del Estado, ahora se llama salvar
España ¡JA!
Pobre y entristecida
España, que resucita
de nuevo aquello que denunciaba en 1898 Ricardo Macías Picavea. “Hele aquí. A
pagar anualmente: 600 millones de Deuda por un lado; 470, de servicios por otro
lado; en total, 1.070 millones de pesetas. A cobrar: 775 millones por todo los
conceptos, y ni una sed de agua más. ¡Luego faltan 295 millones de pesetas! Un
pico. ¿Qué hacer? Cabe no pagárselas
a los acreedores, y entonces el crac; cabe no pagárselas a los servidores del
Estado, y entonces adiós Estado; cabe repartir el pufo equitativamente entre
las dos partes, quitando a cada una 147 y medio millones de su cuenta, en cuyo
caso crac y finiquito. Cabe todo, menos
que las cosas queden y sigan como están. De donde resulta que no hay más
salidas que las indicadas, que una de ellas ha de ser a la fuerza, y que, por
tanto, hay que estudiarlas, para resolver, en definitiva, acerca del árbol de donde
hemos de ahorcarnos.”
Queremos
desearos una Feliz Navidad, pero una felicidad cargada de sensibilidad,
ternura, solidaridad, moral, conciencia y predisposición a cambiar un estado de
las cosas insoportable y éticamente insostenible. Por una navidad que tenga más
presente que nunca a los olvidados, a los que malviven avergonzados por actos
ajenos, a las víctimas, a los necesitados, a los indignados, a los que claman
justicia y a los que luchan por ella. Lo dicho, feliz navidad.
Autor: Algón Editores
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