jueves, 8 de enero de 2015

TAMBIÉN SOMOS CHARLIE

Somos una editorial independiente, unos humildes defensores de la libertad frente a la violencia que pretende el silencio impuesto y sin razones. Defendemos el poder de la palabra frente al fuego que escupen las armas. Por eso, horrorizados por el cruel atentado en París, reivindicamos con más fuerza que nunca, frente a los fanáticos, el derecho irrenunciable a la libertad de expresión. Los terroristas han fallado estrepitosamente el objetivo, de nuevo, porque su infame acto reafirma el anhelo permanente de libertad y dignidad. No serán los exaltados integristas quienes conduzcan el mundo hacia el futuro, por mucha sangre que quieran derramar. No callarán las ideas aunque ejecuten a las personas.

Y además tuvo que ser precisamente sobre suelo parisino donde cometieron su bárbaro atentado, sobre los mismos adoquines que algún día pisaron Voltaire, Zola, Baudelaire, Camus o Cortázar.  Esos salvajes no entienden nada. No comprenden que no se puede envolver la ciudad de la luz con el manto tenebroso de la violencia y el odio. Ignoran que el pasado, el presente y el futuro no les pertenecen y nunca les pertenecerá, porque la cultura, la democracia, la ciudadanía, la tolerancia, la ternura y algo tan humano como la indulgencia ante otro ser humano, no se pueden destruir con muertes inútiles. La partida la tienen perdida de antemano por muchas atrocidades que quieran cometer.

Un atentado que ha ocurrido a principios de 2015, precisamente a pocos días del aniversario de un hito histórico fundamental en los derechos humanos. El próximo 31 de enero se van a cumplir 150 años de la votación de la Decimotercera Enmienda de la Constitución norteamericana que abolió la esclavitud. Una victoria de la decencia moral frente a los extremistas, que además tuvo el formidable mérito de acordarse en medio de una guerra civil sangrienta. Una de las gestas más brillantes de la historia del ser humano, obra de un parlamento emanado de una revolución que venció a las trabas de aquellos fanáticos que asustaban con el caos para evitar lo inevitable, el final de algo tan inaceptable e inmoral como la esclavitud. Los mismos exaltados que advertían de los riesgos del derecho al voto para los antiguos esclavos o para la mujer. Los mismos que asesinaron a Lincoln, pero que no pudieron evitar el final de la opresión legal del hombre por el hombre con la excusa del color de la piel. Los mismos que sustituyen la palabra por las armas cuando saben que nunca alcanzarán la victoria y sólo les queda el daño, la agresión, el asesinato. Un pasado y un presente que se entrelazan para recordarnos y devolvernos la certeza del progreso de la humanidad, que no puede amordazarse con el recurso a la violencia, a las armas, a la amenaza, al chantaje. Esos viejos e inútiles hábitos de quien tiene miedo, de quien vive preso del temor al presente y al futuro, de quien se siente débil ante un buen argumento o un simple razonamiento, de quien tiene pánico al diálogo pacífico y a la crítica, de quien se siente asustado por un libro o una revista, de quien se sabe acorralado porque conoce la fatalidad de su derrota.


La violencia siempre vive rodeada de gritos, dolor, tragedia y estupidez, mientras que la fiesta de la humanidad sobrevive a través de los siglos, a menudo con la sangre derramada de sus héroes, superando y venciendo a los intransigentes. Por eso hoy tenemos que recordar y proclamar que la violencia no puede vencer las legítimas aspiraciones de libertad del ser humano. Por eso hoy, desde la humildad y el respeto, esta pequeña editorial quiere ser parte del clamor enardecido que recorre las calles de París y de medio mundo. Con orgullo y pesar, con el corazón encogido, con la firmeza de nuestra convicciones, con el recuerdo de las víctimas, también nosotros 

Je suis Charlie. Nous sommes Charlie.

Autor: Algón Editores

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