Y
Qwerty preguntó, “¿en qué bando
estás, en el de los que se acaban de levantar
o en el de los que todavía no se han acostado?”.
En la antigüedad el espacio era más
importante que el tiempo. Ahora,
tras un breve paréntesis de unos
pocos cientos de años de razón ilustrada,
por un caprichoso pliegue de la
Historia, la morada, el lugar de trabajo, los medios de transporte y
comunicación, incluso la precaria cavidad
fabricada con cartones de quien no posee nada, recuperan su protagonismo. En esta época en la que se ha consumado el matrimonio morganático entre globalización y posmodernidad, con esa división entre los que están dentro y los que no
pueden entrar, cobran sentido las sabias palabras de Fredric Jameson, cuando afirmó que el problema es que está menguando la emoción y que la trama ha sido sustituida por explosiones
de imágenes que minuto a minuto
rellenan el espacio, con un presente
que convierte el pasado en algo
fallido e incómodo y el futuro en un
presagio de algo malo inevitable.
Un
presente tan intenso en esta
sociedad del espectáculo que hace
desconfiar de ideas como cambio social
o modernización y que invita a esconderse miserablemente en un
confortable sentido del desastre
colectivo. Ese abandono, lo que antes se llamaba melancolía y ahora se llama depresión,
define esta sociedad atiborrada de ansiolíticos
culturales. Como dijo Vintage,
“quizá sea porque la falta de confianza te
libera del miedo a defraudar”.
Un
chat de dos desconocidos que se
regalan confidencias radiografía ese
espacio virtual en el que las emociones solitarias se refugian de una
cierta idea de colectividad, porque para
las personas asomadas a sus ventanas
informáticas el espacio es más importante que el tiempo. En ese encuentro distante, amparados en la precaria seguridad de un apodo y el universo previsible de su vida cotidiana, merodea la necesidad de actuar,
de encontrarse, de tocarse, de
mirarse a los ojos y derribar esa frontera de cristal que les separa, viviendo
una sensación temporal que confirme sus
existencias, regale una memoria y abra
la puerta a un mañana. Es probable
que ese chat refleje la forma de vida
que se impone hoy. Tal vez, como afirma uno de los personajes de la última novela
de Rafael Sarmentero, .-Qwerty Vintage.-“será porque
no tenemos la misma idea de lo que
es sobrevivir”. Tal vez sea ese el diálogo posmoderno que nos fuerce a la pregunta clave de nuestra época, la misma que se hace todos los
días y a todas horas ese individuo sin
nombre, escrutando el inquietante
parpadeo del cursor con su rostro encadenado a una pantalla, ¿estás ahí?
Autor: Algón Editores
No hay comentarios:
Publicar un comentario