¿Sabía que las medusas no
tienen cerebro? Estos inquietantes y gelatinosos bichejos cuentan con unos
sensores que transmiten en su interior los impulsos externos que reciben,
gracias a una red de células nerviosas distribuidas por la epidermis de todo su
cuerpo. Con sólo rozar uno de sus tentáculos se activa todo este complejo
mecanismo biológico. Como la sociedad contemporánea, que, al igual que una
medusa, se demuestra hipersensible al roce, con gran capacidad de comunicación interior
gracias a millones de sensores nerviosos distribuidos por todo el planeta, con
toda una gama de respuestas automáticas a estímulos habituales, pero sin una
evidente capacidad cerebral que le evite peligros, le ayude a actuar sobre su
medio alterándolo, tener conciencia de un pasado o imaginar un futuro.
A eso debía referirse
Francis Fukuyama, en un artículo publicado el pasado enero en la revista
ForeignAffairs, que tituló sorpresivamente “El futuro de la Historia”. Fukuyama
escribió que algo extraño está ocurriendo en el mundo de hoy, la debilidad de la
izquierda y la fuerza emergente del populismo de derechas, precisamente en
medio de una crisis financiera global y el legítimo enfado de millones de
ciudadanos. Fukuyama advierte esa inexplicable paradoja, que se hagan más
fuertes los que atacan ese Estado que es el único que puede proteger a los
ciudadanos de los especuladores. Y añade que la razón principal de este
fenómeno es la falta de nuevas ideas en la izquierda, la insana inexistencia de
una contra-narrativa progresista, la ausencia de una agenda creíble que actualice
los valores de la vieja socialdemocracia, así como la
necesidad de un debate urgente sobre este capitalismo global que erosiona esa
clase media que es la base sobre la que descansa la democracia liberal.
Usted sabe que cuando una
medusa suelta su veneno es para cazar o para defenderse de algún peligro, y que
la mejor manera de curar su ataque es limpiar bien la herida, aplicar frío a la
zona afectada, aplicar un analgésico para el dolor inmediato y si queda algún
resto de tentáculo adherido a la piel extraerlo. A eso deben referirse nuestros
paisanos Pau Solanilla y Álvaro Ponce en su reciente libro La energía de lo pequeño, cuando denuncian el inmovilismo
conservador y defienden ideas como nuevos horizontes, ser reivindicativo y
atrevido, una nueva inteligencia colectiva, construir un futuro diferente, audacia
y creatividad en el discurso, batalla del futuro y palancas de cambio. Justo lo
contrario de vivir flotando en la penumbra, inconscientes, reactivos,
descerebrados y con comportamientos más rudimentarios que el mecanismo de un
chupete.
Autor: Algón Editores
http://algoneditores.es/libros/la-energia-de-lo-pequeno
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