El famoso director de cine
que nos hipnotizó con series y películas como Twin Peaks, Mullholland Drive,
Blue Velvet o Inland Empire, ha escrito un libro, “Catching the big fish”, en
el que relata su método para capturar y trabajar ideas. En esta obra, David
Lynch afirma que “si quieres capturar un
pez pequeño puedes quedarte en aguas poco profundas. Pero si quieres apresar un
gran pez tienes que ir hacia las más profundas. Porque allí, en el fondo, los
peces son más poderosos y puros. Son enormes e imprecisos. Son muy hermosos. Yo
busco una cierta clase de pez que es importante para mí, uno que pueda traducir
al cine. Aunque hay muchas clases de peces nadando por allí abajo. Hay peces
para los negocios, peces para los deportes, hay peces para todo. Todo,
cualquier cosa que sea algo, viene del nivel más profundo”.
Aguas oscuras como aquellas
en la que navegaban los bajeles que surcaron la cuenca mediterránea de aquel
mercader toscano medieval, Francesco di Marco Datini, que renunció a vivir con
su esposa y a tener hijos por el terror a perder su fortuna. Cuando gracias a
una casualidad se encontró su archivo personal en el siglo XIX, entre sus
abundantes documentos se encontró su maravillosa correspondencia personal con
su amada Margherita. Al final de sus días, Datini, el genial precursor de la
banca privada y la letra de cambio, entre otros ingenios mercantiles de su
cosecha, se quejaba amargamente a su amada de su trágica vida dominada por el
miedo y la renuncia a la felicidad. Recordando a Datini,
podríamos convenir que hoy la única victoria perdurable, de las viejas revoluciones
del siglo XX, es otro ingenioso constructo de la febril imaginación mercantil, la
del crédito al consumo. Ese éxito que extrañamente alojaba en su seno el germen
de un tipo nuevo de infelicidad, la ilusión de la libertad como una siniestra
fachada de la deuda individual. Un cambio radical que transformó
definitivamente las categorías sociales y mejoró las condiciones de vida de
millones de personas, pero que al mismo tiempo empujó al ser humano a
convertirse en algo diferente a sus antepasados. Cuando parecía que una cierta
idea de política había conseguido domesticar por fin a los mercados, la mayoría
se deslizaba en una corriente extraña, esa que hacía de cada individuo un rehén
de sus obligaciones económicas a lo largo de toda su existencia. Esa que hacía
quebrarse a los ciudadanos en la intimidad, materializando una suerte de
democracia demediada, una fábrica perfecta de seres infelices y a menudo
solitarios, en la que un poderoso anhelo de propiedad privada se confundía con
una tímida voluntad de libertad.
Aunque llevamos demasiado
tiempo pescando en aguas superficiales, renunciando a los peces de los mejores sueños por evitar bucear donde no
se hace pie, siempre queda una última oportunidad. En la película
Mulholland Drive el personaje de Betty preguntó “¿alguna vez has hecho esto antes?”, Rita le replicó “no lo
sé, ¿lo has hecho tú?”, a lo que Betty respondió “quiero hacerlo contigo”.
Autor: Algón Editores
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