jueves, 23 de mayo de 2013

EL PRECIO DE UNA MANZANA


Para ser más precisos, nueve manzanas le han costado a un particular 41,6 millones de dólares, en una subasta celebrada hace unos días en Nueva York. Claro, no son unas manzanas corrientes, porque estas las pintó Cézanne. Ya que estamos hablando de manzanas, el Gobierno francés, por estas mismas fechas, ha anunciado un nuevo impuesto que grave los smartphones, tabletas y demás dispositivos conectados a internet, para poder dedicar más recursos a la cultura, a la defensa de lo que llaman la “excepción cultural” francesa. El ministro del ramo ha declarado que los fabricantes de estos aparatos tienen que ayudar a los creadores con parte de los ingresos obtenidos por sus ventas. En el informe de la comisión gubernamental que apadrina esta iniciativa, se afirma que “es legítimo corregir los excesivos desequilibrios de la economía digital”, aplicando los impuestos no a los creadores, sino al beneficio que se obtiene por la difusión de su obra.

Es sabido que nuestros vecinos tienen amplia experiencia en leyes diseñadas para apoyar la cultura. Como esa obligación de las emisoras de radio de emitir una cuota de música francesa o la fiscalidad especial para las compañías de televisión y distribuidoras de contenidos para la financiación de películas. Ya sabemos que eso de aplicar cuotas, fijar impuestos especiales, apoyar la cultura con recursos públicos, a algunos les produce urticaria por nuestros lares, pero basta con remitirse a la estadística para que cualquier comparación resulte más que incómoda. A esos escépticos interesados yo les recomendaría el fascinante libro Turningon the mind, de Tamara Chaplin. Una obra que analiza la aparición de filósofos en la televisión francesa desde la posguerra y que demuestra la falacia del argumento de que la oferta cultural se ajusta a lo que la gente demanda, porque el enorme interés público en estos programas emitidos en franjas de máxima audiencia, durante más de cincuenta años, lo desmiente radicalmente. Los hechos cantan, a finales del siglo XX, más de 3.500 programas televisivos contaron con la presencia de filósofos, a pesar de la privatización de la televisión de los años 80.

Tamara Chaplin explica que esa complicidad entre filósofos y medios de comunicación hunde sus raíces en las necesidades de una Francia que se pregunta por su identidad como nación y que siente la necesidad de desarrollar un nuevo orden político y económico de posguerra, en el que la descolonización, la modernización y la globalización se integren en un relato de auto-confianza colectiva, en el que debe acomodarse su tradición cultural con su posición en el mundo. Como ella misma dice, “la fascinación de los ciudadanos franceses por su filosofía televisada enlaza de forma inextricable con el conjunto de esperanzas y ansiedades sobre lo que Francia significa en un mundo cambiante”.

Alguien escribió que cientos de millones de personas vieron caer manzanas de un árbol, pero sólo uno se preguntó por qué. Mientras en nuestro país la cultura creativa, la sana competencia, la apuesta por nuevos valores, la independencia intelectual, el pensamiento crítico, la actualización de nuestra identidad cultural, la globalización de nuestras obras y creadores, incluso la resistencia a la colonización cultural, agonizan en medio del silencio colectivo, nos solazamos confiados e ignorantes del verdadero precio de las manzanas que nos rodean, mientras sobrevivimos ufanos y embobados ante esa ley de la gravedad de la que no acabamos de comprender los principios que la inspiran.

Autor: Algón Editores

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