Hace
ahora un año, publicábamos un post en este blog que decía literalmente lo
siguiente: “llega la navidad, esos días en los que se reúnen las familias, se hacen
regalos, reina la alegría, se cantan villancicos, todo el mundo es bueno y cargado
de buenos deseos, comes para todo el año y la armonía fluye en el ambiente como
el oxígeno que respiramos. Pero, ¡alto!, ¿de qué estamos hablando? Rebobinemos. Esta navidad también son
días de crujir de dientes de los desesperados que
hace muchos meses no encuentran un empleo, en la que muchos reciben ese mail
fatídico en el que te informan que eres parte de un ere, en el que uno
deposita con pudor ese kilo de arroz en las bolsas solidarias para los que no
tienen nada que comer o
de rebuscar entre los millones de juguetes de tus hijos para donar esos que
nunca merecieron ni un segundo de su tiempo. Ha vuelto la caridad y ha desaparecido el contrato social. Una
broma de mal gusto”.
En uno de sus libros Marx,
Carlos, afirmó solemne que la historia se repite dos veces. La primera como
tragedia, la segunda como farsa. Dado que la crisis comenzó hace cinco años,
habría que preguntarse por las etapas que deberíamos haber vivido tras la farsa,
porque los sucesivos años de la crisis parecen instalados en un día de la
marmota infinito. Aunque no hay nada eterno y el optimismo ha de ejercerse como
una fórmula de resistencia moral, se nos bombardea con fruición y desenfreno
con noticias que nos zarandean como un juguete oscilante entre la frustración y
la peligrosa melancolía. Porque ver, con la que está cayendo, en este año que
ya por fin acaba, algo tan banal como el reciente pacto de gobierno de las dos
principales fuerzas políticas alemanas, es observar una inquietante representación
simbólica del mundo actual. Viejas, nobles y solidarias ideologías, fiduciarias
durante décadas de la confianza de millones de personas, hoy abocadas a un
dudoso y provinciano pragmatismo, ejercido por poderosos sin más ideas que sus gestuales
golpes de autoridad, sus sincopadas e insustanciales aseveraciones, que inundan
con una frecuencia excesiva tribunas más
parecidas a frontones que a creíbles asambleas de la democracia.
El contenido de su último
libro lo ha dedicado a reflexionar que ocurre cuando personas normales
confrontan con gigantes, en sus más variadas formas, como ejércitos, gobiernos
o empresas. Malcolm Gladwell, en su obra “David & Goliath”, sugiere la
necesidad de una nueva guía para encararse con esos gigantes que nos fastidian
la vida, para reconocer que en sus manifestaciones de fuerza en realidad se
oculta una extraordinaria vulnerabilidad, para interpretar adecuadamente su
verdadera naturaleza y reconocer que no son realmente lo que aparentan, porque
hacerlo así es el recurso que nos queda para abrir puertas y crear oportunidades,
y para hacer posible lo que podría parecer impensable. Llevamos demasiados años
de crisis y no es cierto, como decíamos hace un año, que ya haya desaparecido
el contrato social, sino que en verdad se lo están cargando, año a año,
discurso a discurso, ley a ley, con su trágica miopía y el silencio de millones
de indolentes testigos. Ya lo dijo el poeta, mucho antes del recuerdo del
relato bíblico recuperado ahora por el anglosajón, Gabriel Celaya escribió que
“se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de
cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten
excesivo”.
Dedicamos este post a los
millones de silenciosos que aún esperan el momento de sus vidas. Os deseamos
una navidad y un año nuevo que sea el principio del fin de vuestras pesadillas,
y que sea la puerta que nos abra un futuro cargado de justicia, de equidad, de
solidaridad, de igualdad, belleza y ternura. Por un futuro diferente. Feliz
navidad.
Autor: Algón Editores
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