¡Hoy estrenamos blog! Y para comenzar nada mejor, a la vista de los tiempos que corren, que hablar de cosas serias con una ligera nota de humor y desenfado.
Haciendo honor al nombre del blog, quiero hablarles de las colosales dificultades a las que se enfrentan esos románticos que se empeñan en editar libros desde su condición de pequeñas empresas, casi familiares, aportando un granito de arena a la cultura, gozando y a menudo sufriendo con todo el proceso de editar y vender un libro. A este respecto, es más que recomendable intentar, por todos los medios disponibles, como reza el nombre de este blog, no morir en el intento. Sepa usted que existen mejores métodos, más rápidos, letales y eficaces, para terminar con la salud y el patrimonio, aunque éste pueda ser sin duda uno de ellos. Corren tiempos que para conseguir un humilde empleo se requieren carreras, masters, experiencias múltiples y cartas de recomendación, pero sepa que para ser editor independiente sólo se exige ser un romántico incurable, disponer de algo de dinero (más que aconsejable), amar los libros por encima de todas las cosas, y, sobre todo, ser capaz de ser gerente, vendedor, mensajero, secretario, financiero, diseñador, informático, abogado, contable, lector, corrector, gestor de marrones y mil oficios más, por un escuálido y a menudo inexistente salario.
La semana pasada, una buena amiga, Laura, escribió que le embargaba la emoción cuando llamaban por teléfono a su editorial preguntando por el departamento de publicidad y ella respondía “sí, soy yo”. En otras ocasiones es bastante socorrido decir “un momento, que le paso”, para acabar respondiendo la misma persona. Y así con cada departamento por el que preguntan. Es perfectamente contrastable que la inmensa mayoría de las pequeñas editoriales tienen tantos departamentos internos que no tiene ningún sentido recurrir a una centralita que informe, con su voz ahogada y algo extraña, “para hablar con publicidad pulse 1, con diseño pulse 2, con dirección editorial pulse 3, si ya es viernes por la tarde pulse 100 y su llamada será automáticamente redireccionada al departamento de psiquiatría”. Un complejo y sofisticado conglomerado de departamentos denominado genéricamente “Juan Palomo”, o lo que viene a ser “no pulse nada, no pierda el tiempo, sí, soy yo, la misma que estaba buscando”.
Vivimos tiempos en los que los héroes han desaparecido de nuestra vida cotidiana. Pero entre tanto ciudadano asfixiado por su economía doméstica, cuando ésta puede calificarse como tal, entre tantos malos ratos, subidas de impuestos, bajadas de salarios, pago de medicinas, gasolinas y kilowatios horas, existen unos anónimos héroes cotidianos que además de las dificultades descritas, le suman leer manuscritos, corregir, maquetar, discutir con el diseñador de portadas, calmar los nervios y ansiedad del autor, controlar la impresión y la recepción en la distribuidora, pagar a un montón de gente con la vana esperanza de recuperar algo de dinero meses después, seducir libreros, redactar notas de prensa, planificar presentaciones, vigilar ventas, gestionar los…….100 departamentos en las escasas 24 horas que devoran cada día.
Esos individuos merecerían ser considerados como seres investidos de la gracia de la inocencia, la consideración pública y el reconocimiento de los acreedores, porque encima de todos esos esfuerzos y demás demostraciones de versatilidad profesional, además publican ¡¡buenos libros!!.
Ya lo saben, el objetivo es ser editor y no morir en el intento, o, dicho de otra manera, como decía mi abuela con su infinita sabiduría: para ser buen editor no lo dude más, no busque ni investigue más, aparque el google o el twitter, no incordie a su distribuidor más de lo imprescindible, no haga cursos ni masters, simplemente ponga ilusión, ahorros, paciencia, y, por encima de todas las cosas, resignación para encarnar ese entrañable personaje de nuestra memoria colectiva, haga como “Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como”
Autor: Algón Editores
La aventura de la edición es, sin duda alguna, un proceso fascinante. Ver cómo un manuscrito toma forma y se convierte en un libro que consumidores anónimos van a tener en sus estanterías es una suerte de hechizo que, a los que se dedican a este trabajo, quita el sueño.
ResponderEliminarEn estos tiempos de crisis y de ireader, publicar en papel se convierte en algo si cabe mucho más difícil. Debéis apostar por ediciones sencillas y bonitas, económicas y cuidadas.
Mucho ánimo.
Daniel J. Rodríguez.