jueves, 26 de febrero de 2015

PERSIGUIENDO UNICORNIOS

Si alguien ve el perdido unicornio azul de Silvio Rodríguez, recuerden que él ofrecía en su canción una recompensa por cualquier información sobre su paradero. El propio Silvio aclaró en una ocasión que Juan José, un hijo del poeta revolucionario Roque Dalton, que también fue herido, detenido y torturado, le contó que en las frondosas montañas de El Salvador, junto con los guerrilleros que luchaban por los humildes, trotaba un caballito azul con un cuerno. El mítico animal con cuerpo de caballo y con un cuerno en la frente, patas de antílope y barba de chivo, ha evolucionado en el tiempo hasta convertirse en un bello caballo blanco con su frente dominada por un poderoso cuerno, similar al de un narval como los que custodiaba Neruda en su isla negra, simbolizando la fuerza, la pureza y la humildad. Jessica S. Marquis ha escrito un libro, Raising Unicorns, en el que da consejos prácticos para invertir en granjas de unicornios, dirigido a inteligentes personas de negocios que saben lo que quieren. Una guía “empresarial” que sólo sirve para alcanzar los sueños mágicos, porque únicamente produce felicidad y nada de vulgares objetos materiales.

El escritor Mujica Laínez, en su obra El Unicornio, describe la historia del hada Melusina. Un hada que, por culpa de una maldición, todos los sábados transformaba su cuerpo en una serpiente con alas de murciélago. Mujica escribió que hay que ser ciego para no ver las hadas a nuestro alrededor. Nos relató que algunas soplan sobre las cabezas fatigadas de los inventores, pero que ahora están de capa caída por el auge de las máquinas electrónicas. También están las caritativas que ayudan a la gente. Las hay malas y buenas, también ricas y extravagantes que derrochan su dinero en Venecia o en los casinos de Montecarlo, y las que sacuden las mesas de espiritismo y ayudan al embrujamiento de las casas. Pero también, escribe Mujica, las que son zalameras y sensuales, que engatusan a jovencitos que ansían riquezas, muy bien vestidos para pavonearse por los halls de los hoteles internacionales. González de la Cuesta escribe en su libro La brecha, que “el Infierno en la Tierra lo están padeciendo aquellos que, noche tras noche, han de abrir los contenedores de basura para sobrevivir. Y el Cielo está arriba, entre la música electrónica que domina el ambiente tras el pianista, sonando en el frenesí de la opulencia y la riqueza desenfrenada”. Mujica tenía razón cuando escribía que las hadas malvadas y sofisticadas existen, porque es difícil encontrar otra explicación a lo que pasa en estos tiempos salvo el hechizo.

Hoy algunos viven sojuzgados por la melancolía, muchos creen que los retos de la vida les suponen una barrera infranqueable, otros viven lamentándose por esos días felices del pasado que ya no volverán, y también están los que sufren prematuramente la radical divergencia entre futuro e ilusión. Antonio Machado escribió que todo pasa y todo queda, pero como para vivir y no sólo sobrevivir es imprescindible pasar, urgen millones de granjas de unicornios, porque es apremiante volver a soñar, reivindicar la imbatible fuerza de la imaginación y librarse de los letales cantos de sirena de una sociedad tan inmoral como injusta, mientras llega la fórmula que termine con tan maldito hechizo que domina la turbia realidad.  

Autor: Algón Editores





jueves, 19 de febrero de 2015

ARMAGEDONES A LA VISTA

El Instituto para el Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford y la Fundación Retos Globales han realizado un sesudo estudio sobre las doce maneras en las que puede llegar el fin del mundo. Científicos de tan prestigiosas entidades han realizado este catálogo de eventuales  armagedones,  para advertir a los gobernantes del mundo de los riesgos que nos acecha como humanidad y así exigirles que reaccionen para evitar el advenimiento de alguna de esas catástrofes apocalípticas. Entre estas citan el impacto de un asteroide que tenga al menos 5 kilómetros de diámetro. La inteligencia artificial, porque existe la posibilidad de que máquinas más inteligentes que los humanos acaben con su vida y se hagan con el poder en la Tierra. Un volcán gigante que escupa miles de kilómetros cúbicos de letales materiales a la atmósfera. Un colapso ecológico que impida el sostenimiento de la humanidad. Una guerra nuclear mundial. Una pandemia general por un virus imparable. Un cambio climático extremo, provocado por al menos un aumento de 4ºC de la temperatura global. La ingeniería genética que desarrolle patógenos incontrolables. Y la nanotecnología aplicada en la fabricación de armas de destrucción masiva.

Hasta aquí 9 maneras de desaparecer, pero he dejado aparte deliberadamente las tres restantes que sugieren estos estudiosos, porque me parecen intelectualmente más atractivas que las anteriores. La primera es el humilde reconocimiento de estos sabios de la posibilidad de causas desconocidas hoy inimaginables, todo un alarde visionario de un profundo rigor académico. Y ahora vienen las dos mejores. El final del sistema global por una quiebra de la ley y el orden, derivada de un colapso social o económico. Y una mala gobernanza mundial por la incompetencia de los dirigentes que pululan por este planeta. Si es que ya lo dijo el filósofo Groucho Marx, que definió a la política como el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.

Yo podría sumar unas cuantas más a este preocupante listado. Por ejemplo, que una web de contactos haya alcanzado los 30 millones de miembros da que pensar. Fíjense que su archimillonario promotor asevera que ha conseguido el algoritmo del amor. Una fórmula que recurre, entre otros datos, a la afición o aversión a las películas de terror para determinar la compatibilidad de una pareja de eventuales cupidos cibernéticos. Ahora me explico tan amplias y entregadas audiencias para tanto zángano inútil haciéndose millonario gracias a las terroríficas sandeces que escupen en televisión.

Si el mundo se divide entre quienes disfrutan o rechazan el espectáculo del mal, por fin podemos entender la actitud de muchos antes esa ecuación perfecta diseñada con primor para un apoteósico final de los tiempos. Esa resultante de una combinación de terror, mala política, enormes explosiones, extrañas enfermedades, amor virtual, destrucción del planeta, decadencia social, sobrepoblación de autoridades mediocres y poder emergente de máquinas cada vez más inteligentes. Tim Burton señalaba en su Big Fish que “muchas cosas consideradas maléficas o malvadas son simplemente solitarias y carentes de exquisitez social”. Ojalá tenga razón y no acierte con sus predicciones la venerable academia oxoniense, aunque últimamente el ambiente parezca tan chungo que nos haga sospechar. Eso pasa por fijarse en lo que no se debe, teniendo tan a la mano el ratón del ordenador o el mando a distancia de la televisión. Es que no tenemos arreglo, tanto leer, tanto leer…

Autor: Algón Editores

jueves, 5 de febrero de 2015

FALTA DE QUÓRUM

Hace cinco años, en un frío día de diciembre de la ciudad de Washington, un representante de Vermont pronunció en el Senado norteamericano, durante ocho horas y media, un discurso histórico. El debate versaba sobre el proyecto de ley, consensuado entre los demócratas de Obama y los republicanos, para aumentar los recortes fiscales a las grandes fortunas. Bernie Sanders, el político independiente con escaño parlamentario más longevo de aquel país, se opuso con aquel discurso a la propuesta legislativa, describiendo los problemas de los trabajadores y de la clase media, el dominio de la política por las corporaciones empresariales, la creciente desigualdad entre los ciudadanos y la necesidad de un gran cambio en las prioridades nacionales. Sanders explicó como un meticuloso cirujano, con rigurosos datos y estadísticas, la demoledora radiografía de la sociedad contemporánea.

Mientras el silencio acompañaba a Sanders en aquella solemne sala, una formidable agitación empezó a crecer fuera de aquellas paredes. Miles de personas se interesaron por lo que estaba ocurriendo en el Senado. Se colapsó la señal televisiva que retransmitía en directo el debate parlamentario, los teléfonos de los colaboradores de Sanders se bloquearon y también se atascó el servidor oficial por la avalancha de miles de correos electrónicos dirigidos al veterano senador. Obama forzó una improvisada rueda de prensa con Bill Clinton para distraer la atención de aquel discurso, pero fue inútil, el aluvión seguía. Miles de personas se hicieron amigas de Sanders en Facebook en pocas horas y, según el New York Times, este discurso ha sido el más tuiteado de la historia. Un éxito social y mediático que, sin embargo, no evitó la victoria parlamentaria de aquel nefasto proyecto legislativo.

Sanders ha declarado que aquel esfuerzo no fue inútil, porque la respuesta masiva a su discurso le hace tener esperanza. Y que si sus palabras han servido para educar a las personas, contra esa parte más obscena de la política que sólo favorece a los ricos y a los poderosos, sin duda han merecido la pena. En su libro “Otro Gobierno”, César Calderón seguramente advirtió la importancia de este tipo de gestos, cuando escribió que una de las posibles soluciones para nuestros problemas es “atrevernos a comenzar a utilizar lo que los anglosajones llaman Thinking outside the box, es decir, pensar de forma diferente, poco convencional y desde una nueva perspectiva, analizando nuestra sociedad en base a lo que es, evitando los apriorismos y trazando posteriormente soluciones reales a los problemas existentes”. Tal vez haya llegado el momento de dejar de prestar atención a los que están obsesionados con el poder y a cambio exigir que nos expliquen con claridad qué hacer con él. Tal vez así no nos pase como a Sanders, que terminó su discurso de ocho horas y media con una desconsolada frase lapidaria,“tras todo esto, cedo la palabra, pero creo que tenemos falta de quórum”.

Autor: Algón Editores