jueves, 19 de febrero de 2015

ARMAGEDONES A LA VISTA

El Instituto para el Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford y la Fundación Retos Globales han realizado un sesudo estudio sobre las doce maneras en las que puede llegar el fin del mundo. Científicos de tan prestigiosas entidades han realizado este catálogo de eventuales  armagedones,  para advertir a los gobernantes del mundo de los riesgos que nos acecha como humanidad y así exigirles que reaccionen para evitar el advenimiento de alguna de esas catástrofes apocalípticas. Entre estas citan el impacto de un asteroide que tenga al menos 5 kilómetros de diámetro. La inteligencia artificial, porque existe la posibilidad de que máquinas más inteligentes que los humanos acaben con su vida y se hagan con el poder en la Tierra. Un volcán gigante que escupa miles de kilómetros cúbicos de letales materiales a la atmósfera. Un colapso ecológico que impida el sostenimiento de la humanidad. Una guerra nuclear mundial. Una pandemia general por un virus imparable. Un cambio climático extremo, provocado por al menos un aumento de 4ºC de la temperatura global. La ingeniería genética que desarrolle patógenos incontrolables. Y la nanotecnología aplicada en la fabricación de armas de destrucción masiva.

Hasta aquí 9 maneras de desaparecer, pero he dejado aparte deliberadamente las tres restantes que sugieren estos estudiosos, porque me parecen intelectualmente más atractivas que las anteriores. La primera es el humilde reconocimiento de estos sabios de la posibilidad de causas desconocidas hoy inimaginables, todo un alarde visionario de un profundo rigor académico. Y ahora vienen las dos mejores. El final del sistema global por una quiebra de la ley y el orden, derivada de un colapso social o económico. Y una mala gobernanza mundial por la incompetencia de los dirigentes que pululan por este planeta. Si es que ya lo dijo el filósofo Groucho Marx, que definió a la política como el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.

Yo podría sumar unas cuantas más a este preocupante listado. Por ejemplo, que una web de contactos haya alcanzado los 30 millones de miembros da que pensar. Fíjense que su archimillonario promotor asevera que ha conseguido el algoritmo del amor. Una fórmula que recurre, entre otros datos, a la afición o aversión a las películas de terror para determinar la compatibilidad de una pareja de eventuales cupidos cibernéticos. Ahora me explico tan amplias y entregadas audiencias para tanto zángano inútil haciéndose millonario gracias a las terroríficas sandeces que escupen en televisión.

Si el mundo se divide entre quienes disfrutan o rechazan el espectáculo del mal, por fin podemos entender la actitud de muchos antes esa ecuación perfecta diseñada con primor para un apoteósico final de los tiempos. Esa resultante de una combinación de terror, mala política, enormes explosiones, extrañas enfermedades, amor virtual, destrucción del planeta, decadencia social, sobrepoblación de autoridades mediocres y poder emergente de máquinas cada vez más inteligentes. Tim Burton señalaba en su Big Fish que “muchas cosas consideradas maléficas o malvadas son simplemente solitarias y carentes de exquisitez social”. Ojalá tenga razón y no acierte con sus predicciones la venerable academia oxoniense, aunque últimamente el ambiente parezca tan chungo que nos haga sospechar. Eso pasa por fijarse en lo que no se debe, teniendo tan a la mano el ratón del ordenador o el mando a distancia de la televisión. Es que no tenemos arreglo, tanto leer, tanto leer…

Autor: Algón Editores

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