viernes, 21 de diciembre de 2012

DE RESCATES, NAVIDAD Y RECUERDOS


Llega la navidad, esos días en los que se reúnen las familias, se hacen regalos, reina la alegría, se cantan villancicos, todo el mundo es bueno y cargado de buenos deseos, comes para todo el año y la armonía fluye en el ambiente como el oxígeno que respiramos. Pero, ¡alto!, ¿de qué estamos hablando? Rebobinemos. Esta navidad también son días de crujir de dientes de los desesperados que hace muchos meses no encuentran un empleo, en la que muchos reciben ese mail fatídico en el que te informan que eres parte de un ERE, en el que uno deposita con pudor ese kilo de arroz en las bolsas solidarias para los que no tienen nada que comer o de rebuscar entre los millones de juguetes de tus hijos para donar esos que nunca merecieron ni un segundo de su tiempo. Curioso progreso sin responsables visibles más allá de la herencia recibida. Ha vuelto la caridad y ha desaparecido el contrato social. Una broma de mal gusto.

Aunque resulta sospechosa la extraordinaria analogía entre estar atentos por la prima de riesgo y hacer el primo, ahora la atención se centra en conceptos inquietantes de los que extrañamente nos hemos acostumbrado. Hablamos de “rescate” con una naturalidad pasmosa y sin extraer ninguna conclusión decente. ¿Días de fiesta? Da que pensar… Una nación que especula con su RESCATE y mientras entretenidos con españolizar territorios díscolos, la enfermiza separación de niños según su sexo, la privatización vergonzante de la sanidad gracias a un cutre camuflaje con el ahorro de costes y una justicia trágicamente censitaria. Antes se hablaba de crisis fiscal del Estado, ahora se llama salvar España ¡JA!

Pobre y entristecida España, que resucita de nuevo aquello que denunciaba en 1898 Ricardo Macías Picavea. “Hele aquí. A pagar anualmente: 600 millones de Deuda por un lado; 470, de servicios por otro lado; en total, 1.070 millones de pesetas. A cobrar: 775 millones por todo los conceptos, y ni una sed de agua más. ¡Luego faltan 295 millones de pesetas! Un pico. ¿Qué hacer? Cabe no pagárselas a los acreedores, y entonces el crac; cabe no pagárselas a los servidores del Estado, y entonces adiós Estado; cabe repartir el pufo equitativamente entre las dos partes, quitando a cada una 147 y medio millones de su cuenta, en cuyo caso crac y finiquito. Cabe todo, menos que las cosas queden y sigan como están. De donde resulta que no hay más salidas que las indicadas, que una de ellas ha de ser a la fuerza, y que, por tanto, hay que estudiarlas, para resolver, en definitiva, acerca del árbol de donde hemos de ahorcarnos.”

Queremos desearos una Feliz Navidad, pero una felicidad cargada de sensibilidad, ternura, solidaridad, moral, conciencia y predisposición a cambiar un estado de las cosas insoportable y éticamente insostenible. Por una navidad que tenga más presente que nunca a los olvidados, a los que malviven avergonzados por actos ajenos, a las víctimas, a los necesitados, a los indignados, a los que claman justicia y a los que luchan por ella. Lo dicho, feliz navidad.

Autor: Algón Editores

jueves, 13 de diciembre de 2012

MADRIGUERAS, LÁMPARAS E IMPERIOS

La policía australiana ha rescatado a seis viajeros perdidos en un desierto, por un error en los mapas de un teléfono de una conocida marca con nombre afrutado. Una garrafal equivocación, que ha obligado a los apesadumbrados viajeros a deambular entre serpientes y otras fieras en aquella enorme soledad, sin agua ni comida, y a arrastrar los zapatos sobre un interminable mar de arena que inmovilizaba los vehículos, buscando un polvoriento rincón con algo de cobertura telefónica que permitiera suplicar socorro. Otro colosal despiste del mismo proveedor tecnológico, que ubicó en sus mapas el río Ebro en Río de Janeiro o la Alhambra de Granada en México.

A la vez que conocíamos de estos fallos impropios de la cacharrería más avanzada, hemos leído en prensa el empeño de una comisión del Kremlin en recuperar el añejo concepto de “civilización rusa”. Aquella teoría decimonónica de Danilevsky, tan querida para autores como Spengler o Toynbee, que ahora inspira la idea de “nación unitaria”, con un poder centralista y omnímodo de naturaleza imperial,que además “asimile culturalmente” a todos aquellos que no profesen el cristianismo ortodoxo. Un recurso a rancias ideas del pasado, alumbradas hace demasiados años en el reducido perímetro de una rudimentaria lámpara de aceite. Esas desfasadas teorías que hoy pretenden legitimar peligrosas ambiciones imperiales, renovadas guerras de religión, la criminalización del diferente, o regodearse en las mágicas virtudes telúricas de una cultura basada en un idioma o en la barriga llena de alguna sustancia pringosa como el petróleo.

Estábamos convencidos de que el signo de nuestra era consistía en la superación de la muerte de Dios, tan querida para los filósofos del Siglo XIX, por la muerte de la Geografía. Pero la penosa vigencia de la vieja combinación de tecnología, territorio y vida cotidiana, o dicho de otra manera, la economía a la vieja usanza que hoy nos gobierna, nos plantea hoy un dilema ruinoso: o nos replegamos en nuestras oscuras madrigueras, o, por el contrario, nos dejamos arrullar por esos ingenuos cantos que niegan la proeza colombina y defienden interesadamente que la tierra es plana gracias a la globalización. Frente a tan fatal disyuntiva, creo que es legítimo explorar alguna realidad alternativa, esa que se resiste escondida a pesar del volumen de información más fabuloso de la historia de la humanidad al alcance de un simple click informático. Como escribe Antón Losada en su prólogo al libro de Macías Picavea Los Males de España, podemos seguir engañándonos con los mitos y leyendas, pero tarde o temprano la verdad y la realidad nos atraparán. Voy a ver si encuentro un mapa en papel y con  colorines para que me aclare donde estamos. 



Autor: Algón Editores

jueves, 6 de diciembre de 2012

¿ES EL GOBIERNO? QUE SE PONGA


Mira, tío, probablemente la mayoría de nosotros estamos de acuerdo en que vivimos tiempos oscuros, y además estúpidos, pero ¿necesitamos ficción que no haga sino dramatizar lo oscuro y lo estúpido que es todo? En épocas oscuras, el arte aceptable sería aquel que localiza y efectúa una reanimación cardiopulmonar sobre aquellos elementos mágicos y humanos todavía resplandecientes a pesar de la oscuridad de los tiempos”. Esto dijo el escritor David Foster Wallace en una entrevista y sus palabras resuenan ahora como música celestial entre tanta incuria política contemporánea.

Una de las tendencias que van a estar de moda en el 2013, según la revista Wired, es la de transformar el gobierno en una plataforma. Un gobierno que deje de ser una vetusta máquina expendedora que devora impuestos y racanea servicios, para convertirse en un gobierno 2.0 diseñado como un smartphone, con un software y un hardware que permitan la participación ciudadana, la innovación y la auto-organización. Un nuevo gobierno regido por los principios de la transparencia, la simplicidad, la participación, la apertura mental, la experimentación y la visibilidad. Una estrategia radical para transformar el poder, enterrar el letargo social y acabar con esos gobiernos ensimismados en sus costumbres añosas. Una audaz  movilización de personas, recursos e instituciones, para procurar una sociedad menos estúpida que la actual. Una reanimación del enfermo, como decía Wallace.

En la obra Open Government, dirigida por Calderón y Lorenzo, se afirma que un gobierno abierto es aquel “que entabla una constante conversación con los ciudadanos”. Una idea tan simple como intrépida, un formidable ariete 2.0 contra tanto gobierno que no explica nada, escucha poco, ignora bastante e impone todo. Una epifanía democrática contra ese poder fosilizado y recluido, que nos entretiene con ficciones crepusculares y nos distrae de un futuro presentable. Hablando de teléfonos inteligentes y gobiernos, no sobraría un poquito de verdadero diálogo democrático. Como diría Gila, si el Gobierno anda por ahí, “¡que se ponga!”.

Autor: Algón Editores


http://algoneditores.es/libros/open-government



jueves, 29 de noviembre de 2012

DECLIVES, MEDUSAS Y FUTUROS


¿Sabía que las medusas no tienen cerebro? Estos inquietantes y gelatinosos bichejos cuentan con unos sensores que transmiten en su interior los impulsos externos que reciben, gracias a una red de células nerviosas distribuidas por la epidermis de todo su cuerpo. Con sólo rozar uno de sus tentáculos se activa todo este complejo mecanismo biológico. Como la sociedad contemporánea, que, al igual que una medusa, se demuestra hipersensible al roce, con gran capacidad de comunicación interior gracias a millones de sensores nerviosos distribuidos por todo el planeta, con toda una gama de respuestas automáticas a estímulos habituales, pero sin una evidente capacidad cerebral que le evite peligros, le ayude a actuar sobre su medio alterándolo, tener conciencia de un pasado o imaginar un futuro.

A eso debía referirse Francis Fukuyama, en un artículo publicado el pasado enero en la revista ForeignAffairs, que tituló sorpresivamente “El futuro de la Historia”. Fukuyama escribió que algo extraño está ocurriendo en el mundo de hoy, la debilidad de la izquierda y la fuerza emergente del populismo de derechas, precisamente en medio de una crisis financiera global y el legítimo enfado de millones de ciudadanos. Fukuyama advierte esa inexplicable paradoja, que se hagan más fuertes los que atacan ese Estado que es el único que puede proteger a los ciudadanos de los especuladores. Y añade que la razón principal de este fenómeno es la falta de nuevas ideas en la izquierda, la insana inexistencia de una contra-narrativa progresista, la ausencia de una agenda creíble que actualice los valores de la vieja socialdemocracia, así como la necesidad de un debate urgente sobre este capitalismo global que erosiona esa clase media que es la base sobre la que descansa la democracia liberal.

Usted sabe que cuando una medusa suelta su veneno es para cazar o para defenderse de algún peligro, y que la mejor manera de curar su ataque es limpiar bien la herida, aplicar frío a la zona afectada, aplicar un analgésico para el dolor inmediato y si queda algún resto de tentáculo adherido a la piel extraerlo. A eso deben referirse nuestros paisanos Pau Solanilla y Álvaro Ponce en su reciente libro La energía de lo pequeñocuando denuncian el inmovilismo conservador y defienden ideas como nuevos horizontes, ser reivindicativo y atrevido, una nueva inteligencia colectiva, construir un futuro diferente, audacia y creatividad en el discurso, batalla del futuro y palancas de cambio. Justo lo contrario de vivir flotando en la penumbra, inconscientes, reactivos, descerebrados y con comportamientos más rudimentarios que el mecanismo de un chupete

Autor: Algón Editores


http://algoneditores.es/libros/la-energia-de-lo-pequeno

jueves, 22 de noviembre de 2012

VOTOS, COCINAS Y CIRCUNFERENCIAS


Por esas cosas del caprichoso destino, en este mes de noviembre hemos sabido que los japoneses nos han vuelto a ganar por la mano a los españoles, proponiendo algo tan osado para este siglo XXI como una ley que permita tener emperatrices y no sólo emperadores masculinos. A eso se le llama innovación, una de nuestras grandes carencias nacionales. En parecido sentido, se ha recrudecido estos días pasados una vieja polémica de la Unión Europea, esa iniciativa que de nuevo propone que las mujeres se puedan sentar en los consejos de administración de las empresas. Esa notable proeza democrática, por la que se puede multar a quien tira una colilla al suelo pero no a quien discrimina por razones de sexo en el puente de mando de una corporación. En una crónica de los años 70, publicada hace pocas semanas en la sección de cocina y bebida del Financial Times, se relataba que la Federación Nacional de Mujeres Republicanas, de los Estados Unidos, movilizó gracias a un libro importantes recursos económicos y votantes en apoyo del inefable Nixon y sus revoltosos chicos. El profundo y apasionante “Libro de cocina para las vacaciones de las mujeres republicanas de la NFRW”. Como nos cuenta la articulista, el recuerdo de un libro que nos devuelve al ideal doméstico de posguerra, en el que los hombres se ocupaban de la política mientras sus esposas les servían galletas de queso. Qué dificultad extraordinaria debe operar en este espeso comienzo del siglo XXI, para que cuarenta años después de aquellas recetas de cocina las mujeres no lleguen a los consejos de administración o puedan ser herederas de una dinastía.

Es probable que el fallo se encuentre en esos progresistas que dormitan hoy ausentes, con falta de pulso, enredados en batallas raquíticas aquejadas de la insoportable levedad del ser. Ese malvivir político en un espacio cerrado, tan limitado y ordenado, como asfixiante y turbador. Como en aquellos versos de Emiliy Dickinson, “parecían no ir a ningún lugar, en una circunferencia sin propósito”.

César Calderón, en su libro “Otro gobierno”, lanza un dardo envenenado cuando se refiere a la izquierda conservadora. Será por ese desfallecimiento que ya no pelea por la falta de libertad de expresión en los medios de comunicación tanto públicos como privados, por la explosión controlada de una sanidad universal digna, por la perpetración de una educación que de nuevo segrega por rentas, por el triste abandono de ideas como la igualdad de oportunidades o el fallido acceso a la justicia por las tasas para ricos. Por eso, a esa geometría política en las que nadan despreocupadas las llamadas fuerzas de progreso, se añade una alarmante y progresiva desafección aritmética. Hoy hablamos de la ausencia de mujeres en el poder real de la economía, mientras la izquierda guarda un sospechoso silencio. Mañana nos lamentaremos de ese no ir a ningún lugar, sin propósito aparente, que ya empieza a ser más que irritante. Mientras despiertan, nos queda por ahora el refugio de las sabias palabras de John Berger, “la esperanza hoy es un contrabando que se pasa de mano en mano y de historia en historia”. Por eso nos gusta editar libros contra la lógica inmoral de nuestro tiempo. 

Autor: Algón Editores

http://algoneditores.es/libros/otro-gobierno


viernes, 16 de noviembre de 2012

EN BUSCA DE LA INSPIRACIÓN PERDIDA


Confucio regresa a China. Ya saben, aquel antiguo filósofo y político chino que hablaba de las ventajas de la buena conducta y un adecuado gobierno inspirado en la caridad, la justicia y el respeto a la jerarquía. No es que su espíritu se haya presentado sin invitación en el aseado congreso del partido comunista chino de estos días, sino que parece que sus enseñanzas vuelven. La revista Bloomberg Businessweek, en un reciente reportaje, citaba a uno de los intelectuales que están impulsando este revival, que afirmaba ufano que “el objetivo de nuestra estrategia no debe ser solo reducir la diferencia de poder con los Estados Unidos, sino también ofrecer un mejor modelo de sociedad que el de los Estados Unidos”.

Un brillante alarde de imaginación inspirarse en alguien que murió hace más de 2.500 años para una pugna contemporánea. Aunque parece algo comprensible, a la vista de la rancia invasión que emana de la vieja Norteamérica. Noticias como el lanzamiento por la factoría Disney de tres nuevas entregas de “La guerra de las galaxias”, junto con esa abusiva re-comercialización de Spiderman, el Capitán América, Los Vengadores, James Bond y Batman, que regresan gracias a inmisericordes liftings tecnológicos, permite sospechar que algo no funciona bien por esos lares. Tanto recurso excesivo a héroes acartonados de la posguerra mundial denota cierto desmayo creativo para este siglo XXI. En qué estarán pensando…

Penando en la vieja Europa, ¡uy, perdón!, pensando en la vieja Europa, uno se devana los sesos buscando viejas referencias. La muerte de Sócrates no es precisamente motivadora. De Drácula o Frankestein mejor no hablar. Tampoco Astérix parece muy útil, esa imagen de aldea asediada al margen de la realidad, que envía de vez en cuando a un par de tíos raros medio drogados a socorrer pueblos sometidos. Nos quedaba Tintín, pero Spielberg nos lo ha levantado para el casting. Otros, como Robin Hood, Ivanhoe, el Mío Cid o Guillermo Tell, son unos rebeldes anti-sistema. Corto Maltés (el medio cordobés que desapareció en la guerra civil española en las filas de las brigadas internacionales), el cruzado justiciero Capitán Trueno o los inefables Mortadelo y Filemón, no sé cómo se las arreglan, pero siempre lo pasan fatal.

En una sociedad donde casi todo se reduce a la ley de la oferta y la demanda, es probable que la culpa de tan espesa actualidad tenga su raíz en la idea de “foco miope del votante”, que se cita en el libro “El neoliberalismo me mata”, de Javier Sánchez. Políticos, economistas, intelectuales, periodistas, editores, consumidores, de medio mundo, hurgando entre las películas del crío o la biblioteca del abuelo para encontrar pistas que ayuden a entender el presente e imaginar un futuro mínimamente decente. Menuda perspectiva. 


Autor: Algón Editores

http://www.casadellibro.com/libro-el-neoliberalismo-me-mata/9788493840747/1987242



viernes, 9 de noviembre de 2012

¿Estás ahí?


Y Qwerty preguntó, “¿en qué bando estás, en el de los que se acaban de levantar o en el de los que todavía no se han acostado?”. En la antigüedad el espacio era más importante que el tiempo. Ahora, tras un breve paréntesis de unos pocos cientos de años de razón ilustrada, por un caprichoso pliegue de la Historia, la morada, el lugar de trabajo, los medios de transporte y comunicación, incluso la precaria cavidad fabricada con cartones de quien no posee nada, recuperan su protagonismo. En esta época en la que se ha consumado el matrimonio morganático entre globalización y posmodernidad, con esa división entre los que están dentro y los que no pueden entrar, cobran sentido las sabias palabras de Fredric Jameson, cuando afirmó que el problema es que está menguando la emoción y que la trama ha sido sustituida por explosiones de imágenes que minuto a minuto rellenan el espacio, con un presente que convierte el pasado en algo fallido e incómodo y el futuro en un presagio de algo malo inevitable.
Un presente tan intenso en esta sociedad del espectáculo que hace desconfiar de ideas como cambio social o modernización y que invita a esconderse miserablemente en un confortable sentido del desastre colectivo. Ese abandono, lo que antes se llamaba melancolía y ahora se llama depresión, define esta sociedad atiborrada de ansiolíticos culturales. Como dijo Vintage, “quizá sea porque la falta de confianza te libera del miedo a defraudar”.
Un chat de dos desconocidos que se regalan confidencias radiografía ese espacio virtual en el que las emociones solitarias se refugian de una cierta idea de colectividad, porque para las personas asomadas a sus ventanas informáticas el espacio es más importante que el tiempo. En ese encuentro distante, amparados en la precaria seguridad de un apodo y el universo previsible de su vida cotidiana, merodea la necesidad de actuar, de encontrarse, de tocarse, de mirarse a los ojos y derribar esa frontera de cristal que les separa, viviendo una sensación temporal que confirme sus existencias, regale una memoria y abra la puerta a un mañana. Es probable que ese chat refleje la forma de vida que se impone hoy. Tal vez, como afirma uno de los personajes de la última novela de Rafael Sarmentero, .-Qwerty Vintage.-“será porque no tenemos la misma idea de lo que es sobrevivir”. Tal vez sea ese el diálogo posmoderno que nos fuerce a la pregunta clave de nuestra época, la misma que se hace todos los días y a todas horas ese individuo sin nombre, escrutando el inquietante parpadeo del cursor con su rostro encadenado a una pantalla, ¿estás ahí?


Autor: Algón Editores

jueves, 25 de octubre de 2012

PROBLEMAS DE PATERNIDAD


El padre de aquella iniciativa nunca pudo imaginarse los enormes quebraderos de cabeza que iba a ocasionarle la idea de levantar un museo sobre la historia de la humanidad, inspirado en las ideas creacionistas. Gracias a su ilusionado impulso, aquella ciudad mediana de la Norteamérica profunda iba a contar con un museo que demostrara a los niños la falsedad de la teoría de la evolución. El problema surgió con un dilema inesperado que jamás se había planteado ninguno de los sesudos teólogos de toda la historia. Uno de los operarios encargados de fabricar las piezas expositivas preguntó si fabricaba unos cuantos dinosaurios para acompañar a las figuras de Adán y Eva. Un simple serrucho, un lápiz en la oreja y un botijo, para acabar entendiendo que no es igual una historia de cartón piedra que una teoría científica.  

Esto de la paternidad parece un asunto difícil. En el libro “La Guerra”, del famoso periodista de investigación Bob Woodward, podemos leer que Bush junior evitó a su padre cuando decidió invadir Iraq. En una entrevista que éste le hizo, Bush le respondió con gesto severo que “él no es el padre al que hay que acudir en cuestiones de fuerza. Hay un padre más alto que él”. Sin duda siempre es mejor contar con tan privilegiado hilo de comunicación, que con los sermones de un padre experimentado.

Gracias a un artículo publicado en El País, hemos sabido del chocante contraste entre Mitt Romney y su progenitor. Mientras éste fue un ardiente defensor de las libertades civiles, un firme enemigo del racismo, un republicano que se negó a apoyar al ultraconservador Goldwater, crítico con la clase política y el funcionamiento taimado de los partidos, su hijo, el actual candidato a la presidencia de su país, ha sido acusado de cambiar de opinión sobre cualquier asunto a golpe de encuestas, de ser un rico sin escrúpulos morales,que, para colmo de amnesia genética, ha elegido a un candidato a la vicepresidencia muy conocido por sus teorías ultraliberales y adorado por las bases del teaparty.


Es el problema de tanto cartón piedra en la interpretación de la historia, en el recurso a la fe para dar rienda suelta a las ideas más peregrinas, en las campañas electorales más obsesionadas en la propia contienda que en ofrecer soluciones, en una clase política dominada por burócratas encantados de conocerse, y en guerras en las que nos embarcan niños malcriados eternamente atrapados en el juego de los marcianitos. Es el problema de no aprender de nuestros mayores y sus sabios consejos. Cuantas fatigas hubiéramos evitado recordando las que sufrieron nuestros padres. Cuánto de esta maldita crisis nos hubiéramos ahorrado con un poquito de atención en los mismos errores del pasado.


Autor: Algón Editores

viernes, 19 de octubre de 2012

¡Otra ronda! ¡Que llenen!


En el lejano oeste los cowboys se lavaban y recibían su correo en los salones donde también se les proveía de alcohol, juego, mujeres y whisky. Una bebida alcohólica era más barata que una taza de té y se bebía una media de 90 botellas con sustancias espirituosas al año por cabeza. Un alcohol barato, tóxico, nada que ver con el actual. Un mundo plagado de seres embrutecidos, pobres, analfabetos y en muchos casos enfermos crónicos. Una situación penosa contra la que se revolvió un puñado de mujeres valientes. Pelearon contra aquel mejunje que destrozaba hogares y condenaba a millones de niños a la muerte, la miseria, la enfermedad y la desnutrición. Reivindicaron el derecho al divorcio para protegerse a sí mismas y a sus hijos de la violencia machista, una educación pública y una sanidad universal, el derecho al voto para acabar con los políticos corruptos, control de calidad de los alimentos, una fiscalidad disuasoria en las bebidas alcohólicas y jornadas laborales de 8 horas con salarios dignos. Pese aquel noble y exitoso empeño, que supuso el nacimiento del movimiento feminista que cambió el siglo XX, miles de metros de películas, canciones pegadizas, novelas apasionantes, incluso comics infantiles, se han conjurado durante décadas para reírse de aquellas mujeres, para ridiculizarlas como histéricas abstemias y asexuales, y para fijar en el imaginario colectivo aquella ley seca, apoyada entonces por millones de progresistas, como un absurdo exceso moralista.

Robert Kuttner, en su libro El desafío de Obama, sugiere que los grandes saltos históricos de la edad moderna se han producido con líderes que inicialmente no tenían previsto esas agendas reformistas. Lincoln y la ley antiesclavista, Woodrow Wilson y el derecho al voto de la mujer, Roosevelt y su New Deal contrario a su propio programa electoral de reducción del déficit público, o el sureño LyndonB.Johnson y sus leyes de libertades civiles. Pero lo más interesante de la tesis de Kuttner, es que esas leyes tan impactantes fueron realidad gracias a un sector de la sociedad que presionaba en cada momento histórico. Una pulsión colectiva de cambio, liderado por minorías motivadas por la denuncia de un pasado superable que forzaron alianzas estratégicas con el poder.

Una pauta histórica que hoy parece improbable, sin líderes ni grupos sociales con la ambición de un cambio histórico, y sin esas alianzas que permitan un atisbo de esperanza entre tanta penuria cotidiana. Hemos vuelto a un cierto embotamiento de los sentidos, aunque ahora saturados de informaciones que no explican adecuadamente la realidad y asustados ante un futuro que por primera vez se promete peor que el pasado. Vivimos en una nube, más bien en las nubes, embobados por placeres efímeros que nos despistan, gracias a bares atascados y cines vacíos, a librerías desiertas y campos de fútbol abarrotados. Es el viejo y nuevo mantra social, ¡otra ronda! ¡Que llenen!


Autor: Algón Editores

jueves, 11 de octubre de 2012

BUSCANDO A WANDA


El filósofo Sloterdijk escribió que “si se ha abierto el suelo bajo nuestros pies es porque estamos obligados a elegir entre catorce tipos de salsa diferentes para sazonar la ensalada”. Es tal el aluvión al que nos someten de información, datos, comentarios, rumores, opiniones, prejuicios, supersticiones y exabruptos, que la verdad de los hechos parece ser un asunto cada vez más huidizo. Ya lo dijo Einstein, como nos recuerda Fred Jerome en su libro Einstein-Israel. Una mirada inconformista, “antiguamente, la gente creía que todas las cosas materiales desaparecían del universo, sólo quedaría tiempo y espacio. Pero según la teoría de la relatividad, el tiempo y el espacio desaparecen junto con todas las cosas”. Las salsas de las ensaladas, gracias a su condición relativa, diversidad y fecha de caducidad, vienen a terminar con más de 2.000 años de desvaríos filosóficos. Por fin podemos admitir sin sonrojo que aquella división que proponía el famoso poema de Parménides, entre la verdad única, revelada, inmóvil y perfecta, y las vulgares opiniones de los mortales, es una broma de mal gusto.

Chrystia Freeland, en el último número del New Yorker, se pregunta por qué los multimillonarios se sienten víctimas de Obama y cita a presidentes de poderosos hedge funds, emporios empresariales y banqueros de inversión, que ven a Obama como la encarnación de Lucifer. Significativamente, nadie se ha referido en las últimas semanas al reñido pulso de Romney contra Obama y la polémica sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de hace un par de años, que “liberalizaba” las donaciones empresariales a las campañas electorales. Por este tipo de preguntas y silencios, echamos de menos a personajes como la periodista Wanda Jablonski, la apodada “reina del club del petróleo”, que supo contar los inconfesables secretos de ese mundo dominado por poderosos dueños de pozos petrolíferos, jets, limusinas, escoltas y mullidas moquetas. O la mítica Ida Tarbell, una humilde maestra aficionada al periodismo local, que consiguió gracias a sus investigaciones que la colosal Standard Oil de Rockefeller se desmembrara y se aprobaran las leyes antimonopolio que aún hoy rigen en el mundo civilizado.

Hablando de la verdad escondida en las ensaladas y sus aliños, es evidente que la teoría de la relatividad tiene una aplicabilidad directa en la política y la economía. Para aquellos que no se benefician de las habituales verdades absolutas, desaparecen el espacio y el tiempo junto con haciendas y expectativas. Echamos de menos a Wanda o a Ida, porque como Sloterdijk escribió “incluso las estupideces más evidentes son repetidas de manera constante por la gente más inteligente”. Decida pronto qué quiere de menú, porque como dijo el viejo Einstein “el hecho de que uno no tenga influencia real sobre el curso de la historia no le libera a uno de la responsabilidad moral”. Voy a ver que me queda en la despensa.

Autor: Algón Editores

jueves, 4 de octubre de 2012

Mercados, espectros y tiburones



Igual que vivir hoy en una sociedad líquida no significa, en principio, que ésta nos vaya a liquidar, algo parecido ocurre con los mercados de colaterales y los daños del mismo nombre, con los mercados de derivados que no significan aparentemente mercados a la deriva, o con los mercados de futuros que no se refieren a los arcanos escrutinios de los horóscopos o el juego de la güija. El genial Nabokov escribió que el futuro no es más que una figura retórica, un espectro del pensamiento. Como en la economía, donde se distorsiona la realidad con los fantasmas del mañana y la especulación del lenguaje. Ya saben, esas distracciones que hablan de crecimientos negativos, reducir para crecer, contraer para expandir, recortar para mejorar, eliminar para gastar, pagar para dejar de recibir, ayudar al acreedor a costa del deudor, rescatar a la habitual unidad de rescate o cambio de paradigma por ciclos irregulares.
Sólo nos queda refugiarnos en los libros para entender tal galimatías. Puede que la verdad se esconda en unos versos escritos cuando España era imperio y era experta en asuntos de poder, dinero e influencia, eso que ahora se llama globalización. Descubran cuánto de sociedad líquida en crisis, cuánto de contrabando de falsos bebedores de té, reside en la vieja pieza gongorina del “ándeme yo caliente y ríase la gente. Traten otros del gobierno, del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequilla y pan tierno”. O pensando en los gélidos vientos que ahora nos vienen del norte, aquello de Quevedo de “pues al natural destierra, y hace propio al forastero, poderoso caballero es don Dinero”.
A este respecto, es útil recordar que el tiburón es uno de los seres vivos más singulares del planeta. Duerme con los ojos abiertos, con una parte del cerebro que reposa mientras la otra vigila. Sobrevive desde hace más de 450 millones de años, en los que ha desarrollado notables habilidades en ataque, velocidad, silencio y fortaleza de sus mandíbulas. Ya estaban ahí cuando los dinosaurios imponían su ley, aunque les sobrevivieron por su capacidad de adaptarse, moverse, nadar contracorriente en un estado permanente de transitoriedad, individualistas, sin dependencia de normas ajenas, sin vínculos sociales, sin responsabilidades ni afectos, en un tiempo presente sin futuro. Ahora gustan de ostentosos tatuajes y vehementes adminículos dorados, o de exclusivos trajes, que difícilmente ocultan su correosa piel. Según su condición escogen a sus piezas. Adquisiciones, privatizaciones, adjudicaciones, comisiones, diversiones fiscales, reestructuraciones, contrabando ideológico o expropiaciones, son algunos de sus éxitos más sonados.
Hablamos de una economía poseída por espectros y jerigonzas. El concurso ideal en una economía diseñada para bípedos expropiados de su propia voluntad de destino, donde los tiburones dominan y gozan del estado acuoso de la realidad. ¿La mejor solución? Una bastante antigua y extraordinariamente vigente, la de Macías Picavea en su obra Los males de España, “¿no es de las grandes crisis el vencer las grandes dificultades? ¿No saben? Pues, ¡a aprender! La necesidad aprieta y aguza el entendimiento. Todo es cuestión de buena voluntad en una y otra parte. Si la inmensa mayoría no sabe, habrá una inmensa mayoría que sepa”. Pues eso.


Autor: Algón Editores

jueves, 27 de septiembre de 2012

DE ZAPATOS Y DUCHAS

Los miles de zapatos de Imelda Marcos se han destruido hace unos días por la inundación de los sótanos del museo que los custodiaban. Aquella acaparadora manía nos recuerda que los poderosos suelen ser gente rara, triste y solitaria. Sufren la compulsiva necesidad de seducir. Construyen ficciones, artificiales apariencias y rígidos protocolos. Padecen la patológica ansiedad de ser amados. Debe ser terrible la sensación de estar rodeado de multitudes que ansían tocarte, escucharte, sumisos agradecidos cuando son regalados con una condescendiente mirada o el pronunciamiento del insignificante nombre de uno de sus cofrades. Últimamente las multitudes han renunciado al espejismo ilustrado de domesticarlos y amarlos, desconfiando de su capacidad para gestionar aquella vieja idea de progreso.

Al convertirse en un objeto de consumo sujeto a las leyes del mercado, se han vuelto más cotidianos que nunca. Gordos, flacos, bajos y altos. Cantantes inmisericordes o con exiguos cueros cabelludos que luchan sin éxito contra la ley de la gravedad. Con una voz aflautada desconcertante o una gravedad que penetra la materia. Con agresivas dentaduras relucientes. Cioran escribió que en el deseo de agotarse en lo inmediato se da la renuncia al infinito. Y para profiláctico agotamiento sobre tan plebeyos poderosos nada mejor que leer el libro de Jorge Elías @Turcojelias  titulado “El poder en el bolsillo”. Un retrato de poderosos devueltos a su realidad terrenal gracias a una pregunta tan inquietante como letal para su imagen laboriosamente diseñada: ¿qué lleva en el bolsillo?

 

Los objetos más vulgares esconden una fuerza irresistible para anunciar el ocaso de un poderoso. Jorge Elías nos recuerda que en la Revolución Francesa no se fabricaron zapatos para cada pie, sino que el derecho era igual al izquierdo. También cómo los manifestantes arrojaban zapatos en Washington contra muñecos que representaban al lamentable Bush hijo, emulando el agresivo gesto de Muntadar Al-Zeidi. También nos cuenta cómo en Corea del Sur persiguen a los ladrones de zapatos que se aparcan en la entrada de restaurantes, casas y funerarias. Existen otros ejemplos no menos ilustrativos. Kruschev anticipó la derrota soviética en la Guerra Fría cuando a falta de mejores argumentos se lió a zapatazos en la asamblea general de la ONU. Su nieta contó años después que sus zapatos nuevos le apretaban muchísimo y se los sacó disimuladamente mientras se acomodaba en su asiento. Tras golpear su estrado con el puño se le cayó su reloj de pulsera. Al agacharse para recuperarlo, los vio tan relucientes que no pudo resistir la tentación de usarlos como "arma dialéctica”.Un apretón de pies para la historia.

Jorge Elías también nos relata la envidia del actual presidente de Ecuador de la ducha del avión presidencial de Cristina Kirchner, el Tango 01. Las críticas a Sarkozy por la ducha que instaló y nunca usó en el Grand Palais parisino. Las estúpidas recomendaciones del dirigente sudafricano Zuma, cuando dijo que el sida se evita con una buena ducha. O Berlusconi cuando le decía a una de sus jóvenes amigas por teléfono “toma una ducha y luego espérame en la cama grande”. Manías que recuerdan a ese personaje de la última película de Woody Allen, al que tienen que instalarle una ducha en el escenario porque sólo así puede cantar ópera.
En la víspera de su derrota electoral, Imelda Marcos dijo “ganemos o perdamos nos vamos de compras después de las elecciones”. Ya no tenemos los zapatos de Imelda para denunciar la plebeya realidad del poder contemporáneo. Qué asco de tiempos, sin duchas ni zapatos, sólo tenemos a Jorge y su peligrosa pregunta, ¿qué guardan hoy los poderosos en los bolsillos? Es para orientarnos…



Autor: Algón Editores

viernes, 21 de septiembre de 2012


CRISTAL Y PAPEL

Vivimos rodeados de cristal. Las computadoras, tabletas, televisiones, teléfonos, videoconsolas, libros electrónicos, rodean nuestra existencia. El genial Cervantes, en un anticipo involuntario, señaló en El licenciado Vidriera la condición humana posmoderna. Ese cuerpo de vidrio, transparente, frío, alérgico al conflicto, vulnerable, de agudas aristas y dominado por miedos. Es inevitable no concebirnos sin el cristal, pero, como con cualquier materia, como el papel, no es más que un soporte imprescindible para los sueños, ideas, ilusiones e incluso desengaños.
Algunos fabrican combates artificiales y dañinos. Pero la cultura no puede reducirse a una simplona competición de soportes. ¿Dónde puede residir el fondo del problema? Hoy nos enfrentamos a la impaciencia de consumidores fugaces y poco propensos a la reflexión sosegada, al escaso tiempo del individuo contemporáneo, incluso a esa vulgarización de la cultura, que no democratización, que ofrece libros a bajo precio entre la salsa de tomate y la mortadela. Seguramente el futuro no se encuentre entre los saldos, catálogos sin criterio, la extraña asimetría entre ilustraciones y textos, el predominio de la cantidad sobre la calidad, gramajes ridículos, papeles rugosos con transparencias impresentables, tintas sin fuerza, portadas aburridas y erratas imperdonables. 
Tal vez nos ayuden las olvidadas fuentes tipográficas que se nos ofrecen en cualquier programa informático. Ese poder reconocer los sutiles matices que se esconden entre astas, serifas, anillos, alturas e inclinaciones. Comprender la lógica que subyace en el salto intelectual de los imperiales tipos ITÁLICOS o ROMANOS, con sus severas mayúsculas, a la oscuridad y espesura de las monásticas letras góticas. De la superación de la noche medieval expresada en el tipo veneciano o el longevo reinado del tipógrafo Garamond. De la monarquía decadente de la romain du Roi. El auge burgués con las bodoni, el incipiente poder yanqui con sus roman y new gothic, la innovadora bauhaus con su universal, las eficaces helvéticas, la mecanográfica Courier, y, ahora, la ruda simpleza cibernética de las verdanas, tahomas, arial, times new roman, y otras.

Entender esa evolución es entender el libro. Comprender su historia, su presente y su futuro. Amar el libro. Imaginen por unos segundos que dejamos de quejarnos por tanta agresión tecnológica y caída en ventas, que nos negamos a culpar a los lectores que abandonan o nunca lo fueron. Que demostramos nuestra intolerancia al torrente de palabras mal editadas, sean en el soporte que sean. Imaginen por unos instantes que somos capaces de unirnos para defender el libro. Sueñen por un instante que todavía es posible, serán mucho más felices


Autor: Algón Editores

viernes, 14 de septiembre de 2012

JUAN PALOMO


¡Hoy estrenamos blog! Y para comenzar nada mejor, a la vista de los tiempos que corren, que hablar de cosas serias con una ligera nota de humor y desenfado.

Haciendo honor al nombre del blog, quiero hablarles de las colosales dificultades a las que se enfrentan esos románticos que se empeñan en editar libros desde su condición de pequeñas empresas, casi familiares, aportando un granito de arena a la cultura, gozando y a menudo sufriendo con todo el proceso de editar y vender un libro. A este respecto, es más que recomendable intentar, por todos los medios disponibles, como reza el nombre de este blog, no morir en el intento. Sepa usted que existen mejores métodos, más rápidos, letales y eficaces, para terminar con la salud y el patrimonio, aunque éste pueda ser sin duda uno de ellos. Corren tiempos que para conseguir un humilde empleo se requieren carreras, masters, experiencias múltiples y cartas de recomendación, pero sepa que para ser editor independiente sólo se exige ser un romántico incurable, disponer de algo de dinero (más que aconsejable), amar los libros por encima de todas las cosas, y, sobre todo, ser capaz de ser gerente, vendedor, mensajero, secretario, financiero, diseñador, informático, abogado, contable, lector, corrector, gestor de marrones y mil oficios más, por un escuálido y a menudo inexistente salario.

La semana pasada, una buena amiga, Laura, escribió que le embargaba la emoción cuando llamaban por teléfono a su editorial preguntando por el departamento de publicidad y ella respondía “sí, soy yo”. En otras ocasiones es bastante socorrido decir “un momento, que le paso”, para acabar respondiendo la misma persona. Y así con cada departamento por el que preguntan. Es perfectamente contrastable que la inmensa mayoría de las pequeñas editoriales tienen tantos departamentos internos que no tiene ningún sentido recurrir a una centralita que informe, con su voz ahogada y algo extraña, “para hablar con publicidad pulse 1, con diseño pulse 2, con dirección editorial pulse 3, si ya es viernes por la tarde pulse 100 y su llamada será automáticamente redireccionada al departamento de  psiquiatría”. Un complejo y sofisticado conglomerado de departamentos denominado genéricamente “Juan Palomo”, o lo que viene a ser “no pulse nada, no pierda el tiempo, sí, soy yo, la misma que estaba buscando”.

Vivimos tiempos en los que los héroes han desaparecido de nuestra vida cotidiana. Pero entre tanto ciudadano asfixiado por su economía doméstica, cuando ésta puede calificarse como tal, entre tantos malos ratos, subidas de impuestos, bajadas de salarios, pago de medicinas, gasolinas y kilowatios horas, existen unos anónimos héroes cotidianos que además de las dificultades descritas, le suman leer manuscritos, corregir, maquetar, discutir con el diseñador de portadas, calmar los nervios y ansiedad del autor, controlar la impresión y la recepción en la distribuidora, pagar a un montón de gente con la vana esperanza de recuperar algo de dinero meses después, seducir libreros, redactar notas de prensa, planificar presentaciones, vigilar ventas, gestionar  los…….100 departamentos en las escasas 24 horas que devoran cada día.

Esos individuos merecerían ser considerados como seres investidos de la gracia de la inocencia, la consideración pública y el reconocimiento de los acreedores, porque encima de todos esos esfuerzos y demás demostraciones de versatilidad profesional, además publican ¡¡buenos libros!!.

Ya lo saben, el objetivo es ser editor y no morir en el intento, o, dicho de otra manera, como decía mi abuela con su infinita sabiduría: para ser buen editor no lo dude más, no busque ni investigue más, aparque el google o el twitter, no incordie a su distribuidor más de lo imprescindible, no haga cursos ni masters, simplemente ponga ilusión, ahorros, paciencia, y, por encima de todas las cosas, resignación para encarnar ese entrañable personaje de nuestra memoria colectiva, haga como “Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como”



Autor: Algón Editores